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lunes, 20 de mayo de 2013

Días

      Hay días hermosos. Como el día en que nació Agus, uno de mis sobrinitos más chicos, pero mi hermanito menor. O el día en que nació Rama, el más chiquito de los varones. Como el día en que Gusti, el más grande de mis sobrinos, pero mi hermano mayor, me dijo que iba a ser papá. Como el día que nos fuimos con Fabi, el único sobrino de mi edad, pero mi melli, al Ibicuy de Entre Ríos. O ese día en que nos fuimos al pueblito de Dolores y comimos gratis por esa generosidad que hay para con los camioneros. Como el día en que besé a Maca por vez primera. Como la fiesta de egresados. Como el retiro de Confirma, como la jornada verde. Como cada cumpleaños y cada fiesta. Como cada recital. Como el día en que vi a toda mi familia junta, después de tantos distanciamientos, después de tantas discusiones. Como mi primera vez con Juliana, como el día en que conocí a Lore. Como el día en que por fin y de una vez por todas terminé la primaria, después de desertar tantas veces. Como el mini recital improvisado al aire libre de Salta la Banca en plena Avenida Sante Fe, ese mismo día en que besé a Julieta. Como el día en que tuve mi primera guitarra. Como el día que Casi Justicia Social tocó en Baradero (aunque ese día me hayan robado todo lo que tenía encima). Como tantos días de mi infancia, y como tantos otros de mi adolescencia. Como muchos que quizá olvide en este momento, o tal vez no haga falta mencionar. Hay días hermosos. Hoy no es uno de ellos.
      Hay días de mierda. Como el día en que murió el abuelo. Como el día en que murió Abel. Como el día en que mi viejo le pegó a mi vieja. Como cada pelea en mi casa, en mi familia. Como el día en que me agarré a piñas con el hippie, poniendo fin a nuestra amistad. Como el día en que me escapé de casa buscando el río, y terminé en Lanús por confundirme de bondi y, para colmo, dormirme en el viaje. Como el día en que se inundó mi casa y tuvimos que luchar contra el agua sacándola fuera, baldazo a baldazo. Como el día en que vi las verdaderas caras de Curucu y Santiago, matando por completo mi confianza en la amistad. Como el día en que me di cuenta de que era pobre, y que mi casa era fea. Como el día en que la vida me arrancó a Lore de al lado, dejando una semilla en su vientre, y dejando un vacío en la silla de al lado en mi mesa escolar. Dejándome solo con todos esos compañeros y profesores desconocidos. Como cada día en que un amigo de cuatro patas se fue. Como cada día en que vi a la chica que me gustaba besarse con otro. Como cada desamor, como cada desilusión. Como cada día en que vi a mi madre llorar. Como cada día en que vi a mi padre beber y violentarse. Como cada día en que la pobreza me dijo que no a los sueños. Como tantos días de mi adolescencia, y otros tantos de mi infancia. Como muchos otros días que seguramente es mejor olvidar, y no volver a mencionarlos.
      Hoy acabo de caer en la cuenta de que Agus, uno de mis sobrinitos, pero mi hermanito menor, se me fue a vivir lejos, y ya no voy a tenerlo molestándome a diario, preguntándome cosas, con su densa pero hermosa curiosidad. Hoy me enteré de que Gusti, el mayor de mis sobrinos, pero mi hermano mayor, no va a ser padre. No voy a ser tío abuelo. Gusti no va a tener su salvavidas. No va a haber un cable a tierra para él. Mi vieja no para de llorar. Mi viejo no para de beber. Hay días de mierda. Y hoy es uno de ellos.

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