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viernes, 31 de mayo de 2013

Único y Jodido

      Tengo un par de granos y un par de guitarras, algunos libros, algunos pantalones, dos pares de zapatillas y dos máquinas de escribir que, por cierto, no funcionan. Tengo una pila de sueños y una montaña de miedos, quizá más pequeña que la anterior, o quizá de igual tamaño. Tengo sueños, miedos, pilas, montañas, sentimientos y sensaciones de todos los colores y todos los tamaños. Tengo ganas de escribir sobre todo aquello que tengo.
      Tengo puesta una remera que yo mismo pinté con una frase que me gusta. Tengo un par de frases que me gustan. Tengo una familia hermosa, con algunas cicatrices y algunas heridas abiertas. Tengo yo mismo algunas cicatrices y algunas heridas abiertas, y también una familia hermosa, con un millón de cosas buenas. Tengo una casa precaria y algunos animales. Tengo más amigos de cuatro patas que amigos humanos reales. Tengo amigos que no veo y parientes que no conozco. Tengo enemigos, por supuesto, pero todos ellos están dentro de mí. Tengo que hablarte sobre ellos, pero vamos a dejarlo para otra ocasión.
      Tengo algunos amores, una cama, y algunas historias. Tengo algunas canciones que escribí y tengo perfiles en redes sociales. Tengo muchos amigos en facebook que no sé quiénes son. Tengo tres diplomas al mejor compañero y uno al mejor alumno. Tengo que terminar la escuela. Tengo dos computadoras y algunos pasatiempos. Tengo algunos talentos bajo la manga y tengo casi dos metros de altura. Tengo dos décadas de vida y tengo el autoestima inestable. Pero tengo buen humor. Tengo muchos complejos y tengo algunos problemas psicológicos que nunca traté. Tengo TIC y tengo TOC. Y tengo que tratarlos. Pero tengo bienestar. Tengo cosas que me sobran y cosas que me faltan. Tengo más borradores que textos publicados. Tengo más preguntas que respuestas.
      Tengo cosas que no dije atravesadas en la garganta. Tengo cosas que no hice en una lista imaginaria de cosas a hacer. Tengo mucha imaginación. Tengo mi pieza totalmente desordenada. Tengo mi cabeza y mi vida de la misma manera que tengo mi pieza. Tengo que ordenarme algún día. Tengo mucho que hacer.
      Tengo hambre. Tengo una cerveza en la heladera y el número de una pizzería que está abierta toda la noche. Tengo kilos de más por comer a estas horas y no hacer nada. Tengo que hacer ejercicio, o tengo que dejar de comer. Tengo que dejar de preocuparme por eso, tengo que ser feliz y nada más.
      Tengo un optimista en mi interior, y un sinfín de posibilidades. Tengo una convicción, lo sé: nada es imposible. Tengo un cuerpo, brazos, piernas. Tengo vista y puedo hablar. Tengo los sentidos intactos, tengo sangre, tengo esperma, tengo todo lo demás. Tengo todos mis dientes. Tengo todos mis huesos. Tengo todos mis órganos. Tengo un cerebro a mil y un corazón de diez. Tengo un alma, un espíritu. Tengo todas las puertas abiertas. Tengo un Hoy, un Ahora. Tengo un mundo para mí. Una vida por delante. Un futuro esperándome.  Pero tengo también un problema, sólo un único y jodido problema. Y es que no te tengo a vos.
     
      Tengo cosas que de seguro olvidé mencionar.
      Pero no me olvidé de vos.
      Tengo que olvidarte.
   

Paloma (Fragmentado II)

      Tal vez no te he tratado tan bien como debería. Tal vez no te he amado tanto como debería. Tal vez nunca te abracé. Tal vez sobren habitaciones en mí. Tal vez elija mil veces el mal camino. Voy a tener que aprender a vivir otra vez. Dos veces, para poder olvidarte. Y vos tan orgullosa que no me avisaste que tal vez fuiste mía un verano. Y que nunca más te volveré a ver, o tal vez sea en algún tiempo. La luna toma el sol de madrugada, y "nunca jamás" quiere decir "tal vez". Puede que consiga olvidar, puede que consiga recordar, o tal vez sea mejor así, no más, o tal vez, no nos veamos nunca más. La luna toma el sol de madrugada, "nunca más" quiere decir "tal vez". Dicen que todo se sabe, pero tal vez no quieras saberlo. Tal vez te encuentre en la cama, o en suelo. Tal vez te vea cinco minutos más, tal vez te vea diez años después.

      A ella le gustaba mucho Calamaro.
      A mí me gustaba mucho ella.

miércoles, 29 de mayo de 2013

De la fiebre y el insomnio

      No me puedo dormir, no consigo conciliar el sueño. No dejo de dar vueltas en mi cama. Cambio de posición, muevo la almohada. Pongo un brazo debajo de ella, pongo un brazo sobre ella. Me destapo y tengo frío, más me tapo y tengo calor. Si cierro los ojos, siento mis párpados pesados, como forzados, y no puedo mantenerlos cerrados. Más si los abro, el aire se vuelve intenso, invasivo, tóxico, hace que mis pupilas ardan, como si estuviera aguantando el parpadeo sumergido debajo del agua. Me molesta la ropa y todos mis dedos. Me molestan mis dientes, mis uñas y todos y cada uno de los pelos de mi cuerpo. Mi cuello, mi espalda, mis testículos. Mis orejas son como dos hogares a leña que no paran de arder. Mi vejiga va a explotar, pero fui al baño varias veces y no tengo nada que hacer. Siento que todo arde, todo molesta, todo está de más. Quisiera arrancarme la piel. Hay algo muy molesto y muy asqueroso en el hecho de ser humano, de alguna manera es lo que pienso en este momento. Creo que tengo fiebre, pero mi frente está fría, o quizás mis manos estén calientes, ¿cómo saberlo? Ni siquiera puedo pensar en ello, ni siquiera quiero hacerlo. Sólo quiero dormir, y no puedo. No dejo de dar vueltas en mi cama. No puedo dormir, no consigo conciliar el sueño.

Fragmentado

      No me trates así, me estás tratando mal. No me ignores. No me claves tus puñales por la espalda. No me lastimes con tus crímenes perfectos. No merezco tu odio, tu indiferencia. No te quedes callada. No me sueltes la mano ¿no ves que me caigo? Me pierdo en las calles del miedo. Me pierdo por buscarte. La luna hace un agujero y me quedo solo. Y me pierdo. Las heridas sangran. Y arden. Te pido me disculpes si te avergoncé. Y no es que rompa cadenas, simplemente me estoy dando por vencido. Vos fuiste mi mejor poesía, fuiste mi mejor canción, fuiste mi mejor invento. Vos fuiste lo más lindo, lo más fino. Vos fuiste lo mejor.
      Yo quería que me agarre la vejez al lado tuyo caminando. Quería escribirte la canción más hermosa del mundo. Quería ser tuyo con mi mayor convicción. Tuyo siempre. Quería que fuésemos eternos. Quería que fueras la única para mí. Creí que podía ser tu dueño. Te quería. No me gusta esperar, pero te esperaba. Te quería, amor, te quería.
      Ni siquiera sabía si iba a valer la pena o no, pero tenía ganas de probar. Si creía que todo podía cambiar, ¿cómo no iba a esperarte? Si se daba, se daba. Te esperaba, amor, te esperaba. Ibas a ser la princesa de todos mis palacios. La más linda del amor. Ibas a darme la mano e íbamos a darle la vuelta al mundo. Pero no. Lo que pasa, por algo pasa. Y lo que no, por algo será. Todo concluye al fin, y nada puede escapar a eso. Todo tiene un final, amor. Todo termina. Hay que saber cuándo parar. Hay que saber ser.
      Que tengas buena suerte, amor. Esta vida no me tira buenas cartas, pero en otra vida espero tener la suerte de encontrarte alguna vez. Y así verte otra vez, aunque sea una sola vez y que no sea en un sueño. Ya te dije ésto antes, linda mía: no te olvides tan pronto de mí. De este amor equivocado, de este siempre un iluso. Nena, no me olvides. Te perdono por todo, por venir y haberte ido. Seguro vos encuentres quien te quiera de verdad porque vos sos libre. Yo lamento no haber sido lo mejor para vos. No me olvides, nena. Que tengas buena suerte, amor. Que tengas buena suerte.
      Y si me robo algunas frases de aquellas canciones que escuchamos, lo hago para decirte cuánto, cuánto es que te extraño. Te extraño, linda mía, te extraño.

lunes, 27 de mayo de 2013

Tal vez, quizás... ¿Quién sabe?

      Tal vez vivir sea jugar, y uno juegue a lo que hace, a lo que piensa, a lo que vive y a lo que es. Tal vez uno juegue a lo que cree que es. O quizás yo mismo esté jugando a creer ésto, lo que en realidad sería una paradoja. Tal vez haya decidido adoptar esta excusa para justificar tantos cambios en mí. Aunque tal vez en realidad haya un retórico en mí, y en este momento esté al mando de mi ser y guíe éstas líneas a quién sabe dónde. Pero también puede que yo mismo esté jugando a ser retórico. Y paradójico. Y espontáneo.
      Puede que eso de que "vivir es jugar" se me haya ocurrido en un momento en el que mi esencia estaba en un estado de positivismo. Aunque también tal vez haya un optimista en mí, y ésta haya sido una de sus obras. O tal vez sí sea verdad que la vida es un juego, y en ese momento en el que decidí creer que vivir es jugar, estaba jugando a ser positivo. Tal vez me guste jugar a ser paradójico (como en la oración anterior). Tal vez también guste de improvisar, ser espontáneo y hablar de mi manera de escribir (como en la oración anterior). Tal vez me guste, además, ser insistente y repetitivo (y tal vez haya oraciones que no haga falta volver a escribir). Tal vez sea peligroso jugar al filósofo, al pensador. Aunque también puede que haya un filósofo muy pensador en mí. Y tal vez le guste el riesgo, el peligro.
      Bukowski dice que uno no es escritor, no se sabe escritor; sino que uno cree que es escritor. Alguien me dijo que cuando uno se cree, uno se crea. Alguien me dijo que creer es crear. Pero yo no sé si me creo escritor, si soy escritor, si hay un escritor en mí, o si simplemente estoy jugando a serlo. Porque no soy Bukowski, ni soy alguien. Directamente no soy nadie. Porque no sé quién soy. Porque no sé si soy.
      No sé si soy un grupo de personalidades que van rotando en orden aleatorio y en mí habitan distintos personajes. No sé si mi esencia, mi yo más íntimo, vive sufriendo transmutaciones. Alguien me dijo que el estado más puro y esencial de un humano es su niñez, y yo no sé si soy un niño jugando a ser otras cosas, disfrazándome la esencia, la vida, el alma, el ser. No sé. La verdad es que no lo sé. Pero lo que sí sé es que no podría ser siempre el mismo. Ni vivir siempre en el mismo lugar. No podría tener un solo oficio, una sola carrera, un solo sueño, una sola meta. Una sola perspectiva sobre la vida y el todo. No podría.
     Tal vez deba dejar de pensar tanto, o tal vez deba aclarar las cosas en mi cabeza. Tal vez necesite una novia, un trabajo, un sentido para mi vida. Tal vez deba dejar de mezclar las cosas en mis textos. Tal vez deba dejar de mezclar las cosas en mi vida. Tal vez deba dejar de creer todo lo que leo. Tal vez deba dejar de ser tan directo, tan sincero, tan espontáneo, tan inoportuno. Tal vez deba volver a refugiarme en las drogas. Tal vez no sepa cómo llamar este texto, tal vez no deba ponerle un título. Tal vez ni siquiera sepa cómo terminarlo. Tal vez deba dejar de querer impresionarte. Tal vez deba dejar de intentar llamar tu atención.

Demasiado humano

      Cada uno elige qué basura hospedar en su cabeza, cómo y cuándo domesticarla, y por cuánto tiempo darle asilo. Cada cuál escoge, de alguna manera, el argumento y el fundamento de su filosofía de vida. Cada quién selecciona sus principios y sus límites. Cada quién adopta la excusa, la perspectiva, y la realidad en la que existe. Cada bien y cada mal. Cada cuál prefiere su verdad, la verdad en la que cree. Inconscientemente, claro está. O quizás no esté tan claro, quizás no. Cada uno elige qué mentira vivir. O no.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Gusano

      Conozco un joven y perezoso gusano ermitaño e internauta que duerme durante el día y se lamenta durante la noche. Se lamenta porque se aburre, porque no tiene qué hacer. No tiene adónde ir. Se ofusca.  No tiene con quién estar. Se deprime. No sabe cómo, ni cuándo, ni por qué. Se odia. No tiene vida. Odia todo. Busca compañías ficticias virtuales en redes sociales. Amistades pasajeras que se preocupen por él. Chicas bonitas que le pregunten cómo está y le cuenten cosas. Chicas bonitas a quienes pueda mentirles. Chicas bonitas a quienes pueda conquistar. Busca su manzana de oro.
      Rompe sus límites de ermitaño alguna vez. Sale de su casa atravesando la neblina y se pierde entre las calles de su barrio. No hay nadie. No hay dónde ir. Sólo hay gente sin vida, como él, perdida por ahí. Parásitos callejeros delincuentes y drogadictos con menos vida que la propia no-vida de él. Los saluda con un silbido. Los odia. Sigue su camino, patea algunas piedras y mira el cielo nublado. Lo odia. Odia todo. Aire helado entra por su nariz. Siente sus pies congelados. Tiembla de frío y frota sus manos. Vuelve a su casa y se sienta otra vez frente al ordenador. No hay nadie. No hay con quién hablar. Se siente solo. Tiene algunas excusas para sentirse mal, pero a veces prefiere no hacerlo. Imagina que alguien lo observa. Simula ser fuerte. Tiene orgullo. Deja deslizar su cuerpo lentamente desde la silla hasta el suelo, como un verdadero gusano. Se posa en el piso frío y mira hacia el techo. Un cigarrillo en su mano quedaría perfecto para la escena. Un cigarrillo o un vaso de vino. O un buen porro. Pero no tiene vicios. Su orgullo de gusano no se lo permite. Dejaría entonces de ser gusano y volvería a ser un parásito. Tiene orgullo. Y lo odia.
      Se arrastra hasta la heladera, la mira. No hay nada. Vuelve adonde estaba. Se sienta. Se levanta una vez más. Camina en círculos. Vuelve a sentarse. Se arrastra de nuevo hacia la heladera. Y otra vez no hay nada. La odia. Odia todo. Se pasa las horas viendo, leyendo, y creyendo estupideces de internet. Soñando cosas que nunca va a realizar, imponiéndose expectativas que va a olvidar al día siguiente. Lamentándose por su triste no-vida de gusano. A veces se masturba, a veces no. A veces llora en silencio, tiembla. A veces se golpea y destroza cosas. A veces toca fondo, a veces no. Se pasa las horas sin hacer nada real hasta que amanece. No va a salir de día. Hay gusanos con vida entonces, y los odia. Vuelve a su asquerosa cama. Y también la odia.
      Conozco su pasado y todos sus secretos. Todos sus libretos y todos sus trucos. Conozco sus puntos débiles. Su parte más oscura. Sus rincones más sucios. Lo conozco a la perfección. Conozco un joven y perezoso gusano ermitaño e internauta, y puedo encontrarlo cada noche al mirarme al espejo. Dicen que hasta los gusanos más asquerosos se convierten en mariposas. El único problema es que, lastimosamente, también odio las mariposas... Las odio. Odio todo.

lunes, 20 de mayo de 2013

Días

      Hay días hermosos. Como el día en que nació Agus, uno de mis sobrinitos más chicos, pero mi hermanito menor. O el día en que nació Rama, el más chiquito de los varones. Como el día en que Gusti, el más grande de mis sobrinos, pero mi hermano mayor, me dijo que iba a ser papá. Como el día que nos fuimos con Fabi, el único sobrino de mi edad, pero mi melli, al Ibicuy de Entre Ríos. O ese día en que nos fuimos al pueblito de Dolores y comimos gratis por esa generosidad que hay para con los camioneros. Como el día en que besé a Maca por vez primera. Como la fiesta de egresados. Como el retiro de Confirma, como la jornada verde. Como cada cumpleaños y cada fiesta. Como cada recital. Como el día en que vi a toda mi familia junta, después de tantos distanciamientos, después de tantas discusiones. Como mi primera vez con Juliana, como el día en que conocí a Lore. Como el día en que por fin y de una vez por todas terminé la primaria, después de desertar tantas veces. Como el mini recital improvisado al aire libre de Salta la Banca en plena Avenida Sante Fe, ese mismo día en que besé a Julieta. Como el día en que tuve mi primera guitarra. Como el día que Casi Justicia Social tocó en Baradero (aunque ese día me hayan robado todo lo que tenía encima). Como tantos días de mi infancia, y como tantos otros de mi adolescencia. Como muchos que quizá olvide en este momento, o tal vez no haga falta mencionar. Hay días hermosos. Hoy no es uno de ellos.
      Hay días de mierda. Como el día en que murió el abuelo. Como el día en que murió Abel. Como el día en que mi viejo le pegó a mi vieja. Como cada pelea en mi casa, en mi familia. Como el día en que me agarré a piñas con el hippie, poniendo fin a nuestra amistad. Como el día en que me escapé de casa buscando el río, y terminé en Lanús por confundirme de bondi y, para colmo, dormirme en el viaje. Como el día en que se inundó mi casa y tuvimos que luchar contra el agua sacándola fuera, baldazo a baldazo. Como el día en que vi las verdaderas caras de Curucu y Santiago, matando por completo mi confianza en la amistad. Como el día en que me di cuenta de que era pobre, y que mi casa era fea. Como el día en que la vida me arrancó a Lore de al lado, dejando una semilla en su vientre, y dejando un vacío en la silla de al lado en mi mesa escolar. Dejándome solo con todos esos compañeros y profesores desconocidos. Como cada día en que un amigo de cuatro patas se fue. Como cada día en que vi a la chica que me gustaba besarse con otro. Como cada desamor, como cada desilusión. Como cada día en que vi a mi madre llorar. Como cada día en que vi a mi padre beber y violentarse. Como cada día en que la pobreza me dijo que no a los sueños. Como tantos días de mi adolescencia, y otros tantos de mi infancia. Como muchos otros días que seguramente es mejor olvidar, y no volver a mencionarlos.
      Hoy acabo de caer en la cuenta de que Agus, uno de mis sobrinitos, pero mi hermanito menor, se me fue a vivir lejos, y ya no voy a tenerlo molestándome a diario, preguntándome cosas, con su densa pero hermosa curiosidad. Hoy me enteré de que Gusti, el mayor de mis sobrinos, pero mi hermano mayor, no va a ser padre. No voy a ser tío abuelo. Gusti no va a tener su salvavidas. No va a haber un cable a tierra para él. Mi vieja no para de llorar. Mi viejo no para de beber. Hay días de mierda. Y hoy es uno de ellos.

Por eso


Los cazadores de ángeles
los llamadores de sueños
los benditos infiernos
las volutas de jabón
los solsticios de invierno
y las pompas de humo
las gargantas de nudos
y la suerte de Dios
los malditos paraísos
los alambres de púas
y las horas a oscuras
y los rayos de sol
Las sonrisas de cielo
y las sábanas de seda
y los días de mierda
y su ángel de voz
Los lunares de estrellas
y las piernas de otro mundo
y los besos profundos
y las uñas de pasión

Su academia de magos
mi planta de naranja-lima
su país de las maravillas
la frase del mostrador
Las pastillas del abuelo
la casita de muñecas
la guitarra de tres cuerdas
los zapatos de charol
Las lluvias de noviembre
y mi pata de palo
y su loco Jack Sparrow
las películas de amor
La República de los Niños
y el Parque de la Costa
y mi cuatro de copas
y mis horas sin reloj
Y la rivera de Quilmes
Y las calles de San Telmo
mis deshoras enfermo
mis deshoras con reloj

Y las flores de origami
y las alas de deriva
los humores de jauría
las promesas de cartón
La verdad de patas cortas
la mentira de mentira
mi refugio de utopías
y mi carne de cañón

La extraño a pesar de eso
y también
la extraño
por eso

domingo, 19 de mayo de 2013

Lluvia

Este sonido
y esta brisa
que ya no es brisa
pero no es viento
este aroma
que emana la tierra
este bello color de cielo
esta nostalgia
y estos recuerdos
esta lluvia
y yo sin vos.

sábado, 18 de mayo de 2013

El Sentido de la Vida

      "¿De qué se trata la vida?" Cuántas veces me lo habré preguntado... Si me habrá robado, esta duda, el pensamiento y el sueño, y hasta horas de mi propia vida. Horas que no vuelven más. Vida que no sé de qué se trata. 
      ¿Se trata de nacer, crecer, reproducirse y morir? Después de todo, también somos animales, y así es como los científicos clasifican en etapas la vida de estos seres. 
      ¿Acaso se trata de estudiar, elegir una carrera, obtener un empleo, trabajar todos los días como esclavo, comprar una casa, quizás un auto, tal vez un perro, formar una familia, intentar ser feliz y luego fallecer? Este es el maldito sueño americano, el "American Way". Un método de vida ideado por los reyes del sistema capitalista, para mantenernos así, como numeritos, persiguiendo una vida de mentira, un sueño de cartón. Así es como vive la mayoría de las personas. La "gente común". ¿Se tratará de ser común o de ser feliz?
      ¿Se trata, acaso, de tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol? Parece fácil, "lo difícil sería criar a tu hijo, que alguien lea tu libro y regar tu árbol todos los días de tu bendita vida".
      ¿Se tratará de encontrar el amor de tu vida? ¿Tu otra mitad? ¿El príncipe azul? ¿La mujer ideal? Una ideología de vida muy "Disney World" ¿No? Éste es el "Teen Dream", extraído de los cuentos de hadas, de las películas de Hollywood, de la famosa obra "Romeo y Julieta" de Shakespeare.
      ¿Será, tal vez, que la vida se trate de encontrarse a uno mismo? Conocerse y aceptarse, amarse a uno mismo. Leer lo necesario, viajar lo suficiente, meditar lo preciso. Escarbar en lo más hondo de uno mismo, en lo más profundo de tu ser. ¿Será? ¿Se tratará de ser libre? ¿Se tratará, en cambio, de perseguir los sueños? ¿De plantearse objetivos, corretear metas? Suena divertido. A mí, por ejemplo, me gustaría viajar por el mundo entero. Y tomarme una foto en cada lugar que visite. Pero, ¿Y los miedos? ¿Se tratará, posiblemente, de enfrentar y vencer los miedos?
      ¿Será que estamos acá, y ahora, por algo en especial? ¿Será que tenemos una misión? ¿Un Destino? ¿Será que hay un Dios que escribe nuestra historia? ¿O será el Universo? ¿O será, quizás, la Suerte? ¿Se tratará la vida, entonces, de cumplir con un fin? ¿O será, tal vez, que estamos acá, y ahora, desparramados al azar, al tuntún, porque sí, y nada más?
      ¿Cuál es tu sueño? ¿Cuáles son tus miedos? ¿De qué se trata tu vida? ¿Alguna vez te lo preguntaste? ¿Valdrá la pena preguntártelo? ¿Valdrá la pena preguntarse si vale la pena? ¿Cómo saberlo?
      "Uno cree tener todas las respuestas. Y es entonces cuando llega el universo y te cambia todas las preguntas". El universo o la vida. O Dios (cualquiera que éste sea), o el destino, o la suerte, o cualquiera sea la fuerza mayor en la que creas o quieras creer. Quizás se trate de alguna de estas cosas, o de todas a la vez, o tal vez, de ninguna. En la vida hay más dudas que certezas. Más preguntas que respuestas. Muchos "tal vez", muchos "quizás". Yo sólo sé que la vida se va a cada segundo, con cada día. Que los sueños que no se cumplen, son los de las personas que no luchan por ellos. Y que hay mucha gente que muere sin antes haber vivido. Y sin antes preguntarse... "¿De qué se trata la vida?"

Sinónimos

      Escribir es sinónimo de vivir. Es como nacer a un mundo nuevo. Es como viajar entre comillas. Es como recostarse suavemente sobre una inmensa hoja en blanco, como si fuéramos pequeños, diminutos. Es como dibujar ángeles con el cuerpo sobre la nieve. Es como volar en el mar, como nadar en el cielo, y viceversa.
      Es bailar en la inmensidad del todo. Hacer las paces con nuestra soledad y todos nuestros fantasmas. Fusionarnos con ellos al menos por un momento. Es algo así como transformarnos en tinta y volcarnos, libremente, sin el miedo de pensar hasta dónde podamos llegar a derramarnos. Es liberar a esos prisioneros de nuestra mente, y traerlos hasta este lugar. Es entrar en la dimensión de lo esencial, de lo invisible. Y conectarnos cable a tierra mediante letras.
      Escribir es sacrificarnos, es tatuar nuestra existencia sobre la piel del papel, marcarla a fuego, echar raíces en su margen, y así cambiar el mundo de algún modo. Porque, cuando plasmamos nuestros pensamientos sobre un blanco, el mundo deja de ser como era hace tan sólo unos instantes atrás. Eso que estaba dentro, ahora está frente a nuestros ojos. Legible. Tangible. Escrito.
      Y lo fascinante de esta aventura es que lo es tanto para nosotros como para los demás. Eso que estaba guardado, lo dimos. Lo brindamos. Y así nos obsequiamos a nosotros mismos, nos entregamos. O al menos lo hicimos con una parte de nosotros. Y ésta es una brillante manera de dar, y un hermoso modo de inmortalizarnos. Porque aunque algún día moramos, vamos a vivir en nuestras líneas, y vamos a resucitar cada vez que alguien más nos lea. O al menos eso es lo que yo espero... Pero si no hago la prueba, ¿cómo saberlo? Así que mientras el ángel de la muerte ronda otras almas, a mí no me queda más que escribir. Porque, como dije anteriormente, escribir es sinónimo de vivir.

Ventaja

      Cada cabeza esconde un mundo, que es más que un circo, que es más que un collage, que a su vez, es más que una ensalada, o una sopa, o un guiso. Cada cabeza es un mundo, sí, con paraíso e infierno incluido. Pero la mía, no lo es. Mi cabeza esconde un universo, que es más que una galaxia, que es más que un sistema solar, que a su vez, es más que un mundo. Con más infiernos, sí. Pero también, quizás, con más paraísos. Y esa es la ventaja de ser un soñador.

viernes, 17 de mayo de 2013

Leve alivio

      Dicen que uno tiene que tener un buen trabajo y una buena relación. Para tener la mente ocupada. Para madurar, sentar cabeza. Porque sí, porque es necesario, porque hay que tenerlos y punto. Y dicen, también, que para que esa pared de tu habitación no quede tan vacía, un buen espejo no vendría nada mal. Para que puedas verte, arreglarte, admirarte y conocerte mejor. Me dijeron que los espejos son buenos en eso. Y dicen que es bueno seguir los consejos ajenos, y que usar auriculares mientras alguien te habla, es de mala educación. Dicen, por ahí, que hablando es como la gente se entiende. Así es como despejan sus dudas, así solucionan sus problemas. Y es así como dejan afuera sus diferencias, sin depender de nada más que el sencillo acto de hablar. Así es como todo lo relacionado, incluso la reconciliación, ocurre en el simple pero milagroso lecho de la comunicación. Así es como sucede, esa es la manera. O es así, al menos, como debería ser. Pero yo creo que no es tan así.
      No cuando ellas, las mujeres, dicen lo contrario a lo que sienten, a lo que quieren, o a lo que piensan. Y ni hablar de cuando su perfume no te resulta familiar. Y hablo (para que me entiendan) del aroma de otra almohada que no es la tuya. Y algo pasa: Gritos, mucho ruido, y el espejo se rompe. ¡Mierda! En esos momentos, créanme que no es así. Y tampoco es así cuando nosotros, los hombres, prometemos lo que no cumplimos, o hablamos de lo que no sabemos, o no cuidamos nuestros empleos. Y ni hablar de cuando tu cuello presenta alguna que otra anomalía. Y hablo (otra vez, para que se me entienda) de dibujos de otras artistas que definitivamente ella no pintó. Indudablemente no es así. Y tampoco lo es cuando preferirías tener puestos tus auriculares antes de tener que pilotear sobre esos planteos que vos ya conocés. Y de nuevo, algo pasa: Gritos, manotazos, ella te arranca y destroza los auriculares. Y otra vez no es así, como la gente dice que es.
      No cuando el susurro mutuo, característico de dos personas que se aman, se convierte en un nudo imaginario de gritos. En un huracán. Un incendio. Una guerra. Un infierno. Como si éstos dos ya no se escucharan. Como si no se conocieran. Como si ambos tuvieran puestos sus auriculares. Como si hubiera una pared en medio, vacía, sin espejos de ninguno de los dos lados. Como si estuvieran tan alejados el uno del otro, que debieran entonces recurrir al viejo truco de levantar la voz para entenderse. Ese que sacás desde el fondo de tu galera para saludar a alguien que está en la otra cuadra, o para gritar un gol. Ese que sacás desde debajo de tu manga para llamar al perro, o al cartero, o al diariero, o a cualquier vendedor ambulante que se te escape. El mismo truco, pero un poco más violento. Sin galeras, ni saludos, ni goles. Un poco más oscuro.  Sin mangas, ni perros, ni carteros. Un poco más tramposo. Sin diarieros, ni vendedores, ni escapes. Un poco más lejano. Y lo sacás desde el rincón más podrido y sucio de tu puta vida. Y es que, justamente, quizás lo que suceda es que se encuentren alejados de alguna manera, tal vez realmente lo estén de algún modo. Tal vez sea así y no como suele decir la gente. Tal vez ese momento en el que querías decir todo y no dijiste nada, de alguna forma entendiste que ya no había nada que decir. Y puede que en el agonizante minuto en que quisiste besarla por última vez y ella escondió su boca hacia un costado, hayas sentido un leve alivio en alguna parte de tu ser.
      Es posible que verla partir te haya ayudado, en cierto modo, a ver las cosas un poco más claras. Y cuando las cosas están más claras, te sentís un poco mejor. Pero volvés a tu casa. Y sin trabajo. Y sin amor. Y sin querer te das cuenta de que otra vez rompiste tus auriculares. Esos que ella te rompió una vez, los que vos mismo rompiste otras veces, esos que nunca supiste si perdías por alguna parte o si simplemente eran secuestrados y escondidos por ella. Esos que ella te pidió tantas veces, dulcemente, que le desenredes. Otros auriculares, totalmente distintos. Pero los mismos. Y exactamente iguales. Y sin querer te das cuenta de que queriendo rompiste el espejo. Ese en el que te viste y vestiste solo. Ese en el que te viste y desvestiste con ella. Ese maldito espejo en el que ella se reflejó. Ese pedazo de cristal grueso en el que los dos sonrieron más de una vez y hasta se fotografiaron juntos. Otro espejo, diferente. Pero el mismo, igual al anterior.
      Dicen, por ahí, muchas cosas. La gente dice que dice. Dicen de más. Palabras más y palabras menos. Y yo, al menos, no sé qué más decirte, y lo que no es mucho menos, no sé qué me dura más o qué me dura menos. Si los trabajos o las relaciones. Si los auriculares, o los espejos...