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viernes, 27 de marzo de 2020

El sillón verde oliva de almohadones turqueza

Escribo algo en el aire, en la nada, con una voz en off en mi cabeza, y cuando intento plasmar esa idea en las teclas, olvido la mitad de las cosas, y ni siquiera recuerdo cómo comenzaba. Será que lo mío es lo espontáneo, tal vez. O que mi memoria ya no funciona bien.  De todas formas, da igual. Esto no va a ser nada épico. Tengo treinta años, pero siento como si hubiera vivido cien. ¿Será esto lo que sienten los ancianos? Sentir que uno ya vivió la vida, que ya está, que da igual si se sigue viviendo o no. Me duelen los músculos y los huesos, y siento que cada día cuesta más levantarme de la cama. No puedo llorar, y eso que ya no tomo los antidepresivos. Siento que nada de todo esto tiene sentido, que la conciencia humana es sólo una casualidad de la evolución. ¿Habrán sentido los grandes pensadores de la historia este vacío interior? ¿Habrán contemplado alguna vez esta certeza que hoy tengo de que la humanidad carece de razón de ser? ¿Es el amor una ilusión, un constructo social, una creencia, un mito, la mayor mentira de la historia? Me siento en un precipicio. Veo al mundo ahí abajo, y es un rompecabezas que ya armé. ¿Será que estoy listo para trascender? ¿Qué es el suicidio si no una eutanasia autogestionada? Mamá, toda mi vida creí que iba a morir a los 27, y ahora la muerte está ahí afuera, pero ya cumplí los 28. Mamá. tengo 28... pero creo que me morí a los 27. ¿Quién soy? ¿Soy mi cuerpo o mi alma? ¿Existen las almas? ¿Yo tengo una? ¿Soy mi sangre, mi familia, mi clan? ¿Es mi familia sólo un apego terrenal? ¿Se extinguirá mi conciencia, que es lo único que soy, cuando mi cerebro -su motor- deje de funcionar? ¿Quedará de mí sólo lo que escribo, como una foto de mi conciencia, y nada más? No sé si me da vergüenza u orgullo que uno de mis últimos textos sea un manifiesto contra el amor y la fe...
Ella me dijo que no la necesito, que sólo me necesito a mí, que nadie necesita a nadie, y no sé qué otras cosas más... pero una vez me dijo que si su amor la deja, se muere. Entonces me dejó a mí. Y yo soy eso. Esa es mi vida. Y si yo muero, nadie deja a nadie. Y si yo me dejo, nadie más muere.
Mamá, tengo la cabeza llena de bichos. Llevame de nuevo al sillón verde oliva de almohadones turqueza, acostame ahí y pasame el peine fino. Haceme arroz con leche, y acariciame la cabeza hasta que me duerma para siempre. Quiero estar ahí, mamá, sin pensar en el futuro, sin imaginar que voy a morir joven, y que el único amor real que voy a conocer, va a ser el tuyo. Mamá, no quiero vivir pero, mamá... no quiero morir.