Translate

sábado, 14 de noviembre de 2015

Sólo huesos

Hay sucesos, procesos, 
recesos y retrocesos. 
Hay abscesos en los accesos 
y también hay inaccesos. 
Hay consensos concesos 
y en eso hay un espeso seceso. 
Hay descensos y decesos, 
y de esos hay de sesos, 
de excesos y de sexos: 
dese de eso con exceso 
que si es escaso es un peso. 
Hay versos y besos, 
y sabuesos aviesos 
que por obesos no muerden, 
y hay suerte y hay muerte, 
y hay fuertes (muy fuertes) 
pero sigue habiendo muerte 
(mucha muerte, que siempre es, 
por lejos, muchísimo más fuerte). 
Hay evolución e involución, 
revolución y devolución. 
Lo que hoy está arriba, 
mañana puede estar abajo y viceversa, 
y lo que hoy es convicción, 
mañana una contradicción, y a la inversa, 
en la adversa y la reversa. 
Ojo al piojo, chico flojo, 
que ésto no es enojo en rojo, 
ni un tercer ojo cojo, 
sino una mente sin abrojo, 
un antojo sin aflojo, 
un arrojo sin alojo, 
un gorgojo con coraje 
en un manojo de un corojo del carajo. 
Lo que hoy está arriba, mañana puede estar abajo. 
No juzgue a un loco por saber sobre mocos. 
No juzgue a este loco que de saber sabe un poco. 
Que el que luche escuche a su Ché, 
y que el buche se duche en su estrés, 
que no hay dos sin tres, 
que uno es un cero a la izquierda 
puesto en cuatro ante Dios y el Diablo a la vez, 
que el universo es un viejo travieso 
que mañana va a dejarlo tieso con la cabeza en los pies. 
Poco importa cuántos besos, 
cuánto peso, cuán grueso, cuánto rezo, 
si al fin y al cabo del proceso 
todos somos sólo huesos. 
Poco cuán loco, poco cuán cuerdo, 
si perro o si gato, si ladra o si muerde, 
si humano o si cerdo, por eso recuerde: 
mañana no hay verde, ni blanco, ni negro. 
Mañana recuerde: mañana sólo huesos.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Allá

Allá, doblando alguna esquina agrietada, cruzando alguna calle rota, allá atravesando alguna puerta cualquiera, allá puedo verme. Allá mis labios susurran despacio, y dejan correr una frase. Allá, en alguna parte de algún otro mundo, quizás tan desquiciado como éste. "Puedo sentir cómo tu amor me cura", le digo suavemente, casi suspirando, mientras la abrazo con nuestras almas entrelazadas. En éste, mi mundo, mi hoy, puedo sentir esa ausencia, casi instantáneamente. No la conozco, no sé quién es, no logro verla. La imagen irrumpe en mi mente y cruza mi cabeza como una bala fantasma, como las voces que a veces me atormentan, como los rayos que besan la tierra con violenta velocidad, como una nave extra dimensional que me traslada hasta allá. No sé quién es, no sé si existe, sólo alcanzo a vislumbrar una figura femenina, una silueta sombría, como la de los bultos fantasmales que gobiernan la vista de un recién nacido. Puedo deducir, o más bien, elijo pensar, que la imagen es, tal vez, real. No acá, claro, en esta vida gris y vacía, donde reina la peste de las contradicciones y las dualidades, pero sí lo es en alguna parte, en algún otro mundo, allá, en alguna otra vida. Pienso en las posibilidades, siempre en las posibilidades, infinitas. Pienso en las cosas que en este mundo no tengo y que quizás en otros sí, cosas buenas y malas, algo que, si tuviera en este mundo, cambiaría el rumbo de mi destino, algo como lo es, por  ejemplo, un arma de fuego. Un revólver en algún cajón, una pistola en mi mano, una bala debajo de mi almohada. Voy comprendiendo, entonces, que, de existir otros mundos paralelos con historias diferentes a la que vivo en éste, tal vez en algunos mundos ya acabé con mi vida, a pesar de que no haya sido, en realidad, yo mismo. Pienso en mis posibles suicidios paralelos mientras le pido a algún Dios que, en este lugar, ese día nunca llegue. Pienso en mi muerte, e imagino mi cama bañada en sangre. Siento miedo, como si se tratase de algún monstruo que me persigue, y que algún día, tal vez acabe por alcanzarme. Pienso en mi vida, mientras escucho los ecos de la lluvia torrencial, acallando las voces de los mediocres periodistas del espectáculo barato de mi país, que hablan, y gritan, y callan, pero que nunca dicen nada. Pienso en mis amores, que me completan cada uno en una vida diferente. Pienso en Eli, en Lore, en Lucía. Pienso que en alguna parte, de alguna manera, soy feliz. Allá, en alguna parte. Allá en algún otro mundo, quizás, tan desquiciado como éste. Pienso que cada vez estoy más desquiciado. Afuera llueve.

martes, 10 de noviembre de 2015

Historia de un mendigo

"Dame una historia de amor, señor", rezaba y se columpiaba sobre su tristeza. Su mirada se perdía en la nada y se estrellaba contra algún horizonte imposible que dejaba sus pupilas inmóviles, desiertas, vacías. "Dame una historia de amor, señor, te lo ruego", querían decir sus labios, que callaban más de lo que decían. Y suspiraba sin suspirar, como si fuera la última vez, como dejándose morir aplastado por una soledad inmensa que dolía como mil puñales de fuego helándole los huesos. "Dame un amor, señor", suplicaba, y una sensación eléctrica le recorría desde el centro del alma hasta los poros de la piel, y viceversa, como una catarata de hormigas buscando escapar de un hormiguero en llamas. "Por favor, señor, te lo suplico". Y lloraba sin estar llorando, con la fuerza quebrantada y su masculinidad hecha pedazos, como un árbol deshojado en el más vil de los inviernos. "Por favor", decía. "Por favor", repetía. Y Dios hacía oídos sordos, como el Dios mejor de todos los dioses, como el Dios peor del abismo. Y él pedía y rezaba, y su mirada se estrellaba en la nada, contra el más cruel de los abismos, y su voz se topaba con las paredes, y el eco retumbaba en su cuarto, y sólo se escuchaba, tan estruendoso como aturdidor, nada más y nada menos, que el silencio mismo de Dios.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Vejez

Maldita vejez vos siempre estás cerca
ahí en el invierno de muerto color
maldita de andar vejez tan siniestra
encima del tiempo y atrás del dolor
vos siempre atrás mío vejez tenebrosa
traés negras rosas que dicen adiós
y a Dios no lo ves vos vejez ay qué cosa
y Dios fue Dios mismo tu cruel escultor
Vejez tan cansada y tan nena y tan vieja
vejez sos la queja del niño llorón
maldita vejez que vas vos tan lenta
y aún ves la vida se va de un tirón
Vejez tan maldita brindame una tregua
no ves que tu legua aventaja mis pies
no oís que envejecen mi voz y mi lengua
por ir conversándote más cada vez
no robes mis días vejez compañera
ni esperes que muera después de los cien
vejez dame tiempo de andar en la espera
de ir dondequiera sin ver si me ves
vejez tu piedad que yo quiero una vida
dejame esconderme y buscame después
juguemos de nuevo vejez vieja amiga
yo sé que extrañás a ese nene también
Maldita vejez tan callada y tramposa
oculta en las sombras marcás el compás
vejez uno nace y se te agua la boca
vejez uno muere y volteás y te vas
si somos deudores vejez de tu suerte
si todo el que es fuerte es más débil que vos
Vejez tan oscura vejez de la muerte
no tengas piedad de este joven deudor