Mamá

Te amo, ma. Te amo con toda mi vida y seguramente a vos sí pueda decirte que te amo desde la primera vez que te vi. Quizás incluso te amo desde antes de nacer. La mitad de mí se me va con vos si vos te me vas, ¿sabés? Quedate conmigo, te lo ruego. Tenés que conocer a mis hijos, no podés irte sin conocer a tus últimos nietos, no es justo. ¿Cómo hago para contarles el pedazo de mina que sos? Se me cierra la garganta, mamá, tengo un nudo como nunca en la vida lo tuve, te juro. Tengo mucho miedo. Te lloro mientras te escribo, porque tengo miedo. Te necesito. Decime que no hay monstruo que pueda contra vos. Demostrame otra vez que no hay nada que te aceche bajo tu cama. Abrazame fuerte. ¿Te acordás cuando era chiquito y me ahogué en la pileta y viniste corriendo a buscarme? Bueno, me estoy ahogando ahora mismo, mamá. Necesito que vengas y me abraces. Decime que esta tormenta también va a pasar, y pongamos los tachitos bajo las goteras juntos. Me gotean los ojos también. Salgamos de esta, dale. Después nos contás la anécdota mientras chusmeamos y tomamos esos mates tuyos, dulces y lavados. ¿Te acordás cuando de chiquito te decía que sos la mejor mamá del mundo? Bueno, a mis 25 puedo decirte que sigo pensando igual. Te amo, mamá. Te amo para siempre.

Equivocarse es humano. Sólo espero, de verdad, de todo corazón, que me digas por fin la verdad. Yo voy a estar dispuesto a darte otra oportunidad sólo si me demostrás honestidad.