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jueves, 30 de enero de 2014

De la misma manera

Si hubieras sido
el personaje de un libro
de una historia de amor
o tragedia
o la protagonista
de una película romántica
o dramática
con escenas en blanco y negro
o quizás en tono sepia
Si te hubiera visto alguna vez
en la calle, en el tren
en el bus, en algún bar
un recital o lo que sea
(como cada vez que veo
a una linda mujer cualquiera)
Si te hubiera conocido
de otra vida
o de ésta
en el barrio, adolescentes
o de infantes en la escuela
Si hubiera sido parte
de tu vida
tu miseria
o testigo de tus horas
de tus noches, las más negras
de tu llanto
de tus miedos
de esos monstruos que envenenan
más temprano
más a mano
o al menos
más de cerca
Si hubieras sido un sueño
un invento en mi cabeza
Si en vez de ser
un alma sola
perdida en medio de la nada
hubieras sido
de mi alma sola
el alma compañera encontrada
Si la muerte no fuera tan cruel
si tu vida hubiera sido más larga
si hubieras muerto a mi lado
a los noventa, de canas blancas
Te habría llorado
como te lloré ayer
horas y horas enteras
y habría suspirado
como suspiro hoy
mientras escribo estas letras
y te habría amado
y me habría enamorado
como me enamoré de tu historia
y tu alma buena
y sin duda te habría amado
y lo habría hecho
mujer valiente
corazón fuerte
fugaz estrella
Lo habría hecho
de la misma manera

martes, 28 de enero de 2014

Ángel

       ¿Qué son las relaciones entre las personas, sino conexiones entre las almas? Comunicarnos hoy en día es muy sencillo, pero hacer que dos fuegos se abracen, es una tarea un poco más difícil. Podría hablar con cualquier idiota sobre cualquier estupidez, sin necesidad de abrir mi corazón. Puedo caminar entre la gente y chocarme los hombros con cualquiera y no darme cuenta. Puedo estar sentado junto a una persona cercana, o estar rodeado de amigos, o familiares, y no sentir nada más que soledad. Puedo viajar apretado entre decenas de individuos que, perdidos cada cual en su mundo, creen saber adonde van. Y no sentir nada. Y es que, no es ninguna sorpresa que pasen estas cosas hoy en día, en estos tiempos de tecnología avanzada y de amor virtual. Pero vos sí que me sorprendiste, porque antes de que llegues, mis días eran todos iguales. Me salvaste. Vos me hiciste sentir acompañado. Vos me hiciste viajar de otra manera. Es de admirar que alguien toque tu corazón y tu alma en tan poco tiempo y de tan dulce manera. Pero es mucho más admirable saber que lo hiciste a través de una pantalla, a kilómetros y kilómetros de distancia que parecían convertirse en milímetros si vos y yo sonreíamos al mismo tiempo o compartíamos la misma lucha. Y ahí la conexión de nuestras almas. Con una conexión como esa, quedaron fuera muchos factores externos. Cierro los ojos e imagino tu sonrisa. Y ya no hay tiempo. No hay espacio. No hay distancia. No hay pasado. Y no hay, tampoco, muerte. Porque todo lo que habita en ese presente es un dúo de almas blancas sonriéndose. Pero hoy mi sonrisa se apaga, y mi alma vuelve a sentirse vacía. Se rebela ante las leyes naturales, porque todavía no acepta tu partida, porque todavía no deja de festejar tu llegada. Y es que sinceramente no creo que haya sido un juicio justo. Desearía tanto poder hablar con Dios. Cara a cara, sólo él y yo. Quisiera poder hablarte otra vez, que cumplas tu palabra, que vengas y me abraces. Me gustaría tener una máquina del tiempo para poder volver atrás, y así salvarte. No puedo creer que la buena noticia de mis días se haya convertido en la desgracia de mis noches. No puedo. Te leo mil veces al día, y busco una respuesta que no va a llegar nunca. Perdón por no cumplir mi palabra. Perdón por no poder salvarte. Gracias por hacerme ver lo que antes no veía. Gracias por salvarme. Después de todo, pienso que quizás no eras más que un hermoso ángel que cayó del cielo, y tal vez simplemente volviste a tu hogar.

Carta a una persona especial

      El cielo está nublado en Buenos Aires. Y mis ojos lo están mucho más. No me detiene el hecho de no haberte conocido en persona. No me limita el poco tiempo que hablamos. No me asusta la distancia que hay desde Berazategui hasta Tennessee. Y no me importa si nadie lo entiende, porque hoy no escribo para nadie más que para vos, y vos eras una persona especial. Todavía espero que me digas que es mentira, que armaste todo ésto para poder escapar y alejarte de todo. Decime que te volvés con tus hermanitos para Uruguay. Decime que soy un iluso, un idiota, que tengo la mente enferma, que no viniste para salvarme. Decime lo que sea. Pero hablame. Hablame porque te estoy llorando. Y no te lloro por haberte ido tan rápido, te lloro por haberte ido tan lejos. Porque si antes estabas lejos, ahora lo estás mucho más. Te fuiste. Y te llevaste tus sueños con vos, y todas tus promesas, y todo aquello que te quedaba por hacer. ¿No ibas a dejarme ayudarte? Yo creí que habías llegado a mi vida para salvarme. Estaba feliz de haberte encontrado. Yo iba a ayudarte de verdad, me lo había jurado a mí mismo. ¿No era que ibas a volverte para Uruguay? Seguramente ahí hay gente que todavía te espera. ¿No era que ibas a terminar de conocer tu país? Yo te prometo que voy a ir a esa Quebrada de los Cuervos en Treinta y Tres de la que me hablaste, y si la vida me lo permite, voy a recorrer de tu país todo lo que pueda. ¿No ibas a venir a Argentina, a ver a tu novia? ¿No ibas a venir a conocerme? Habíamos quedado en eso. Me quedó un abrazo pendiente, ¿sabés? Y ahora no sé a quién dárselo. Me quedaron tantas cosas pendientes con vos... ¿Alcanzaste a mirar "Ratatouille"? Había miles de películas más que tenía que recomendarte. ¿Llegaste a leer mi blog? Hoy te estoy escribiendo a vos. Te dije que estaba feliz de haberte encontrado, y en efecto, así fue. Vos me dijiste que pensabas lo mismo. Me dijiste, también, que no era fácil encontrar gente como yo. Pero es al revés. Pobres diablos como yo hay en todo el mundo. Vos eras lo difícil de encontrar. Yo sentí que te conocía desde siempre, de otra vida, sentí que eras parte de mí. Las coincidencias entre nuestras historias y el sueño de viajar por el mundo hicieron que te sienta cerca. Íbamos a llevarnos bien. Quizás hubiéramos sido grandes amigos, o tal vez mucho más. Y mirá cómo son las cosas, que a tan poco tiempo de haberte encontrado, te pierdo. Teníamos que encontrarnos, no perdernos. Tenías que ganar tu pelea. Tenías que cuidar a tus hermanitos. Tenías mucho por vivir. Ahora ellos perdieron a su hermana mayor. Y tus amigos perdieron una amiga de oro. Vos perdiste la vida, pero el mundo perdió mucho más... El mundo perdió una de las sonrisas más hermosas que pudo haber visto jamás. El cielo está nublado en Berazategui, Buenos Aires, pero no tanto como en Tennessee, Nashville. Eras sin duda una persona especial. Y seguramente, eras mucho más que eso. Mucho más.

jueves, 23 de enero de 2014

Mierda

      Ruido, encierro, energía negativa. Necesito estar solo. Necesito silencio. Quiero irme a ningún lugar o a cualquier parte, pero quiero permanecer lejos de acá. Odio a mis padres, a mis hermanos, y me odio a mí mismo por odiarlos así. Mierda, mierda y más mierda. Cada vez que quiera leer un texto de mierda, voy a leer ésto, y voy a recordar toda la mierda que hay en mi cabeza en este momento, toda la mierda que me rodea, y esta estúpida necesidad de mierda de escribir creyendo que alguien algún día va a leerme. Y no me vengan con eso de que "siempre puede ser peor", porque por muy cierto que sea, no es más que una frase de mierda.

El pez

      Había una vez, a orillas de una ciudad intranquila y olvidada por Dios, donde nadie encontraba a nadie y el sol se ausentaba demasiado, un río sumamente descuidado y contaminado que descansaba al sur, a unas cuantas millas de la estación. Allí un apestoso pez que en algún momento de su pobre vida había sido feliz, se desangraba y agonizaba flotando junto a un preservativo usado y roto que un sucio vagabundo y una prostituta barata habían utilizado horas atrás en aquel sitio. Una joven e inexperta pescadora de no más de un metro y medio había desechado al animal después de haber estado "jugando" con él...
      La había visto llegar en la tarde, cuando el sol se abalanzaba sobre el río. Al asomarse por encima de la superficie, pudo apreciarla. Ella era hermosa, única, perfecta. Fue una sensación extraña, similar a esa cosa que llaman "amor a primera vista". Ella lo vio también, un pez rebelde, metiendo (o mejor dicho, sacando) su cabeza en donde no debía. Él se acercó maravillado, y ella lo tomó suavemente en sus manos. Ya no había agua, sólo aire y aquella piel. Se sentía algo asfixiado, pero a la vez protegido. Él se sintió nuevo, libre, feliz.
      Ella lo había mirado con ternura al principio, sus ojos transmitían una promesa de paz, sus intenciones parecían buenas. Pero las apariencias engañan y nada es lo que parece ser. Ella le mintió y lo hizo nada más y nada menos que con la mirada. No usó otra arma más que su mirada. Con sus ojos le habló de aguas cristalinas, de millones de peces de colores, de un lejano lugar en el mundo donde el cielo y el océano se funden en un lazo invisible, le contó una historia sobre un mundo mejor. Le hizo promesas sin abrir la boca. Le mintió sin siquiera mover un centímetro su lengua. Y así es en estos días. Los humanos te dan un abrazo y después te atraviesan dos cuchillos en la espalda. Él lo sabía, pero de todos modos, se fió de ella. Rompió las reglas, desafió a la naturaleza. Nada de eso le importó. Se entregó, enamorado, como se entrega la noche a la mañana.
       Mientras ella le hablaba sin hablarle, él jamás notó lo que ella le hacía a su cuerpo. Y eso que había amputado sus aletas y su cola, anulando así su capacidad para nadar. Y eso que lo había lanzado hacia arriba, permitiéndole observar la infinita belleza del cielo aunque nublado, y sin embargo, él no lo notó. Él sólo sintió que volvía a nadar, nadaba en el aire, en lo perfecto de aquél paisaje. Lo dejó experimentar ese éxtasis para luego dejarlo caer fuertemente sobre la arena, inmovilizando así su columna vertebral de manera permanente. Clausuró también su boca con ayuda de un anzuelo, uniendo ambos extremos, dificultando su respiración. Pero él no lo notó. Y eso que hizo de él un juguete del que, por cierto, se aburrió en poco tiempo.
       Después de torturarlo y aburrirse de él, lo desechó en el río junto a toda la mierda y basura que allí flotaban. Y ahí es donde se encontraba el asqueroso látex. Inconforme todavía con su crimen, la asesina desde la distancia le arrojaba piedras que golpeaban la cabeza del pobre pez, y salpicaban sangre a su alrededor. El lujurioso pedazo de plástico era lo más parecido a un compañero de agonía que ahora tenía, el único amigo que presenciaría sus últimas horas. Un destino de mierda, indudablemente. Pero a lo lejos se oyó un aleteo salvador, tal vez una de esas malditas aves que se alimentan de peces indefensos lo sacaría de ese putrefacto lugar y le daría, quizás, una muerte más digna, un destino menos cruel. Pero siempre hay un pero, y este pero iba acompañado de un "no" rotundo. Falsa alarma. Dios no recordaba ese lugar. Era una ciudad olvidada, en efecto.
       Como si aquella tortura no fuera suficiente, una enferma y piojosa paloma de ciudad que paseaba casualmente por aquella costanera, soltó justo sobre el pescado casi muerto sus malditos desechos aéreos, dejándolo con un ojo lleno de mierda. El único ojo que encontraba algo de paz y se salvaba en el gris paisaje del cielo nublado (porque el otro ojo se perdía vagamente en la  desagradable y asquerosa oscuridad del río). El único ojo que divisaba algo de luz, ahora se apagaba con mierda de ave... ¡Pobre pez, malditas aves de paso, malditos esos ojos y todo lo que vieron! Y es que, definitivamente, sus ojos estaban malditos.
       Detrás de aquella paloma, un cuervo tuerto y borracho de sangre llegó a la escena del crimen. Sin ningún tipo de preámbulos, el pajarraco arrancó el ojo del moribundo pez, así, con mierda y todo, y con él, sustrajo una parte de su alma. Las aves no eran otra cosa sino ángeles de la muerte, y sin duda alguna había llegado la hora. Los ojos del pez estaban malditos por haber desafiado las leyes de la naturaleza, y el cuervo debía tomarlos, pero sólo pudo tomar uno de ellos, porque en ese mismo instante, el cielo tembló por alguna razón, y un rayo alcanzó una de las alas del aéreo cazador. Arrancó entonces, el pájaro negro, el ojo del pez de un picotazo seco, y huyó con el ala herida, como pudo. Detrás del animal maldito, una bandada de aves demoníacas lo siguieron. Llevó el ojo maldito hasta donde pudo, y aterrizó a los pies de un espantapájaros que asomaba desde los pastizales. Cayó exhausto y murió. Se incendió y desintegró en cenizas que se llevó el viento.
       El río creció esa noche y la tormenta azotó la ciudad. El pez se perdió en la nada, hundiéndose hasta más abajo de la tierra, enterrándose hasta quién sabe dónde. Se dice que una mitad del alma del pez terminó en las profundidades de la oscuridad y el silencio, lo que podría decirse que es el infierno, y se llevó sus secretos consigo. La otra parte todavía nada en el aire, en el cielo, y se convirtió en el espíritu guardián y fiel confidente de aquel espantapájaros. Se dice que el alma ronda los pastizales que están cerca del río y que todos los días recorre desde allí hasta un lugar en el mundo donde el cielo y el océano se funden en un lazo invisible. Y dicen, también, que en el lugar donde el cuervo dejó el ojo del pez, creció una flor hermosa, única... y perfecta.

Meditación

      Se juró a sí mismo no dar el brazo a torcer y así nunca volver a dejarse vencer por el pesimismo. Supo emprender su viaje intelectual y espiritual, razón por la cual al parecer se adentró a lo más hondo de su ser. Sufrió algunos percances con la hipocresía y la contradicción, la incertidumbre despiadada y fría, le puso cada día, más de un escalón. Se perdió en su laberinto por su afán de ser distinto, y fue gracias a su instinto que alcanzó la salvación. Cruzó inviernos y desiertos más dormido que despierto. No tan vivo, no tan joven. Más bien viejo, más bien muerto. Cruzó puentes, cementerios, pozos ciegos y tormentos, cruzó túneles, tornados, precipicios, cruzó infiernos. Y fue al borde del abismo donde se encontró a sí mismo. Asimismo, al verse hallado, al costado del barranco, sorprendióse al ver su estado, y su blanco resplandor. Abrazó a su ángel de barro, y éste entonces, despertó... Conversaron y rieron, y cantaron, y lloraron. Bailaron y cayeron, discutieron, discreparon. Más lucharon y se odiaron, pero al no ser diferentes, se abrazaron nuevamente y se amaron ambos dos (valga la redundancia ya que en estas circunstancias la elegancia es interior). Se perdonaron por todo lo acontecido en el pasado, y al estrecharse las manos, dejaron de ser dos. Ya unido por ambas partes, el ser se sintió libre, y le crecieron brillantes alas, producto del perdón. Y sin más se arrojó al abismo, y entonces... Resucitó.