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miércoles, 29 de mayo de 2013

De la fiebre y el insomnio

      No me puedo dormir, no consigo conciliar el sueño. No dejo de dar vueltas en mi cama. Cambio de posición, muevo la almohada. Pongo un brazo debajo de ella, pongo un brazo sobre ella. Me destapo y tengo frío, más me tapo y tengo calor. Si cierro los ojos, siento mis párpados pesados, como forzados, y no puedo mantenerlos cerrados. Más si los abro, el aire se vuelve intenso, invasivo, tóxico, hace que mis pupilas ardan, como si estuviera aguantando el parpadeo sumergido debajo del agua. Me molesta la ropa y todos mis dedos. Me molestan mis dientes, mis uñas y todos y cada uno de los pelos de mi cuerpo. Mi cuello, mi espalda, mis testículos. Mis orejas son como dos hogares a leña que no paran de arder. Mi vejiga va a explotar, pero fui al baño varias veces y no tengo nada que hacer. Siento que todo arde, todo molesta, todo está de más. Quisiera arrancarme la piel. Hay algo muy molesto y muy asqueroso en el hecho de ser humano, de alguna manera es lo que pienso en este momento. Creo que tengo fiebre, pero mi frente está fría, o quizás mis manos estén calientes, ¿cómo saberlo? Ni siquiera puedo pensar en ello, ni siquiera quiero hacerlo. Sólo quiero dormir, y no puedo. No dejo de dar vueltas en mi cama. No puedo dormir, no consigo conciliar el sueño.

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