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viernes, 28 de junio de 2013

Todo pasa

      Quiero llorar. No quiero llorar, quiero reír, pero ya estoy llorando. Ya no lloro más, no sé hacerlo, simplemente mi respiración se altera y las lágrimas salen de mis ojos. Lloré a mi manera. Lloré, y los hombres no lloran. Lloré por la mitad, porque no supe cómo seguir. Lloré y ni siquiera supe por qué. Yo estaba bien, era normal. Será que no quiero ser normal, será que no quiero estar bien. Me gusta estar acostado a oscuras, me gusta esta oscuridad, este silencio. Pero me gustaría, también, que alguien entre por esa puerta y encienda la luz, y me pregunte qué me pasa. Aunque si alguien entra por esa puerta y enciende la luz, juro que le parto la guitarra por la cabeza, quiero estar solo, y no sé qué me pasa. Quiero odiar mi soledad solo. Quiero tocar mi guitarra, pero ya no quiero hacerlo. No me llena, no quiero que me llene. Quiero romper todo, pero no quiero llamar la atención. ¿Qué mierda es ser bipolar, además de una palabra de mierda que está de moda? ¿Qué es reprimirse? ¿De verdad necesito un psiquiatra o es una exageración mía? No, no necesito nada, yo puedo superar ésto. Aunque no sé si pueda hacerlo. Pero tengo una imagen de mi niñez en mi cabeza, me estoy meciendo en una hamaca, sólo veo mis pies, y el pasto debajo. Todo está bien. Todo es perfecto. Me gusta pensar en eso y escuchar en mi mente el arpegio de Dust in the wind. Tengo otra imagen en mi cabeza. Estoy en lo más alto de una montaña y nadie me ve. Puedo ser yo mismo, puedo liberarme. Puedo gritar fuerte sin que nadie me escuche. Puedo llorar bien por fin. Puedo desahogarme por completo. "Él le llamó aceptación a ese llanto sin consuelo". Es una visión futura, algo que nunca pasó todavía. Pero va a pasar. Todo va a pasar. Todo pasa.

jueves, 27 de junio de 2013

Cuestión de Fe

Todo es relativo
             pasajero
             mental
             cuestión de fe
             posible
Todo es relativo y circunstancial
             puro e impuro a la vez
             real, absoluto, congruente
             imparcial, etéreo, desnudo
             causal, benévolo
             irreal, ilusorio, subjetivo
Todo es ambiguo, casual, ambidiestro
             bilineal, multilineal, infinito
             conjunto y distinto
             blanco, color y negro
Todo es contradictorio
        todo es relativo
                todo es pasajero
                        todo es mental
                                todo es posible

Indefinible

Indefinible
como lo infinito del universo
como lo invisible de la vida
como lo paradójico del viento
como lo insondable de las horas
lo irreal del tiempo
como lo misterioso de lo desconocido
Indefinible
Nunca me sentí tan identificado
Jamás encontré una palabra que me defina mejor.

lunes, 24 de junio de 2013

Mi Mayor

      Alguien dentro de mí me dijo una vez que cada vez que no pueda dormir, en vez de dar vueltas en la cama al derecho y al revés, en vez de rotar la postura y mutar la mesura y contar hasta diez, procure hacer algo, tal vez, productivo. De ahí, entonces, que escribo. De ahí todo lo introspectivo de mí.

Detrás

Un día entendí todo
y el tiempo ya no era tiempo
y el mundo ya no era mundo
más lo real no existía
más lo existente no era real
un día encontré
mi costado espiritual
pero después lo perdí
y olvidé todo
más me entregué al sistema
y al esquema laboral
de ahí que soy feliz entonces
de ahí a esta parte
pero soy tan feliz
como un gusano
que perdió la capacidad
para saber cuál es su cola
y cuál su cabeza
soy tan común
tan simple
soy tan igual a todos
soy tan feliz
que me suicidaría

El alma vieja

Más que un perdedor
soy un perdido
que de tanto perder cosas
no tengo más qué perder
Más de tanto no tener nada
no tengo más
de dónde ser
más ni cómo
menos quién
más ni cuándo
ni más porqué
Más de tanto perder cosas
me perdí a mí mismo un día
y más nunca en la puta vida
pude entonces
volverme a ver
pero no hay tal problema
porque perdí
también la impaciencia
más perdí
la preocupación
porque quizá sólo esté ciego
y tal vez un día de éstos
pierda por ahí mi ceguera
y puede que entonces me vea
y te vea también
a vos

jueves, 20 de junio de 2013

One Love


      —Un amor —susurró—. Un amor es eso que necesito, es todo lo que quiero. No más, no menos. Sólo un amor.
      Pensaba y pensaba mientras desprendía desde sí unas volutas de humo desparramado en su silla. Estaba solo. Dejó caer su cigarro y lo pisó con la punta de su zapato. Luego hizo tronar sus dedos y su cuello. Tosió un poco. Se levantó de su asiento y emprendió camino al baño, casi completamente decidido a salir a buscar eso que tanto anhelaba: un amor.
      —No un amor como los de las películas y telenovelas, ni como los de las historias de los libros. Tampoco pido alguien con quien compartir el todo y la nada. Sólo quiero una historia de amor.—dijo a su gato mientras preparaba el baño y éste lo observaba desentendido desde un rincón.
      Se duchó con mucho esmero, y tarareó una canción de The Beatles. Afeitó por completo los pequeños bigotes que asomaban por debajo de su nariz, todavía cortos, pero bigotes al fin. Los afeitó al ras de su piel, como queriendo eliminarlos de manera permanente. Tenía algo de prisa y estaba ansioso. Quizás fue por eso que se lastimó un poco; dejó algunos ardientes y molestos puntos rojos por encima de su labio superior. Pero no le importó. Estaba casi decidido. Casi feliz. Era una ocasión especial. Recortó un poco su barba, no mucho, sólo un poco. A él le gustaba usar barba recortada, odiaba afeitarse, pero también odiaba la barba larga y los bigotes. Le causaban picazón, le molestaban. Cepilló sus dientes de manera apresurada y escupió sangre. Enjuagó su boca unas tres veces y luego sonrió frente al espejo. Sus dientes estaban bien. Acomodó un poco su pelo y ajustó su cinturón. Había elegido cuidadosamente su vestimenta y se había perfumado bastante. Sin duda era una ocasión especial. No iba a ir al teatro, ni al cine, ni al centro comercial. Iba a salir en busca de una historia de amor.
      Tomó su saco más presentable de entre una montaña de ropa que había en un rincón de su habitación y encendió un cigarro que encontró sobre el viejo televisor. Caminó hasta la puerta y echó un vistazo a su alrededor. Todo estaba desordenado. El lavabo de la cocina estaba repleto de platos. El bote de basura rebalsaba inmundicias y algunas moscas revoloteaban por encima de él. Había botellas de cerveza vacías y revistas de bebidas artesanales en la mesa, un sándwich a medio terminar y un cenicero lleno de colillas. Había aún más colillas en el suelo y telarañas en algunas paredes. Todo era un completo desastre. El gato gris lo observaba con sus grandes y brillantes ojos amarillos y ronroneaba desde una silla. Los rayos de sol atravesaban como puñaladas los cristales de las ventanas, y se estrellaban contra el suelo, tristes, como buscando un lugar donde morir. Rayos agonizantes del sol de las cuatro de la tarde de un martes cualquiera del mes de Mayo. Morían contra el suelo de aquél apartamento. Tomó las llaves del bolsillo de su pantalón, abrió la puerta y salió.
      Bajó las escaleras silbando, imitando la melodía de aquella canción de The Beatles que tanto le gustaba. Salió por fin de la torre, poniendo su pie derecho sobre la vereda, dando inicio a su búsqueda. «Pie derecho, empezamos bien» pensó. Le dio una pitada a su cigarro y luego siguió caminando. Gente venía y gente iba. Pasaban apurados, con sus cabezas en sus cosas. Se rozaban, chocaban sus hombros. Mujeres y hombres, jóvenes y ancianos. Extranjeros, vendedores, blancos, negros, gordos, flacos y gente de toda clase. Él avanzaba tranquilo, fumando su cigarro. Los ruidos de los pasos apurados y los murmullos de las voces eran tan estruendosos como los motores y bocinas de los autos, colectivos y motos que cruzaban la avenida. Alguien barría unas hojas secas alrededor de un árbol, mientras un perro hacía lo suyo en el árbol siguiente. Alguien entregaba folletos, otro sujeto vendía relojes y anillos, y otros tantos esperaban a que cambie el semáforo para cruzar la calle. Mientras caminaba entre la multitud se preguntó por qué se sentía tan solo. No podía ser posible sentir soledad en medio de tanta gente. O quizás sí, pero él no lo consideró demasiado. Prefirió creer que había algo mal en él, y que todo se solucionaría cuando encuentre su amor.
Y fue ahí cuando reaccionó.      —¿Dónde voy a encontrarlo? — se preguntó en voz alta, sin querer—.
      Un anciano de canas muy blancas, casi tanto como las nubes, levantó sus lentes con el entrecejo fruncido y lo miró con cara extrañada. Todo en su rostro reflejaba extrañeza. Sus arrugas, las manchas de su piel, su brillante pelada, la verruga de su roja nariz, y hasta su blanco bigote. Todo.
      —¿Buscas el nuevo bar? ¿El tal "Gardel y Lepera"? — cuestionó el viejo—. Está en la otra esquina, escuché que hoy y sólo por hoy los clientes van a poder disfrutar de todos los tragos de forma gratuita, pero sólo hasta las seis de la tarde— le comentó el buen hombre.
      —Bueno, en realidad....— Hizo una pausa y rascó su nariz—. Gracias, muchas gracias. Creo que me apetece una cerveza fría—. Contestó al viejo casi tartamudeando, y soltó una semi-carcajada fingida, cargada de nervios por haber sido cachado hablando solo.
      El viejo miró hacia el frente y cruzó la calle, negando lentamente con la cabeza durante unos dos segundos, pensando en lo extraño de aquél sujeto, y en lo demente y desquiciada que estaba la juventud. Mientras el anciano se alejaba, él terminó su cigarro, y al desecharlo en la sucia vereda, encaró hacia el susodicho bar.
      Llegó hasta el recomendado lugar, entró sin prisa y sin pausa, caminando tranquilo, y desde la entrada observó la barra y las cinco o seis personas que permanecían desparramadas en las pequeñas mesas del bar. Las miró una por una. Observó todo en el lugar. Continuó hasta el mostrador y tomó uno de los bancos para sentarse. Se sentó.
      —¿Si?— Preguntó una señora probablemente cuarentona, bastante obesa y seguramente dueña del lugar, y si no lo era, entonces seguro se trataba de la esposa del dueño, porque generalmente los bares tienen empleados jóvenes, y no viejas obesas y arrugadas.
      —Buenas tardes, señora, primero que nada— dijo nuestro muchacho con una sonrisa enorme, pensando en su amada cerveza, palpitando ya su sabor—. Deme una cerveza, la más fría que tenga, por favor.
      —Me gusta tu sonrisa y tu buena educación, así que voy a traer la más fría que tenga— sonrió la señora, y fue en busca del pedido.
      —Bueno, ¡muchas gracias!— exclamó el joven, mientras aguardaba la llegada de su buen trago.
      —Ésta es la mejor cerveza de por acá, incluso mejor que la tan afamada Quilmes, ésta es traída directamente desde Alemania.—advirtió la doña—. Tenemos un conocido que anda en estas cosas, él nos la recomendó y arregló todo, nos dio una gran ayuda en todo ésto.
      —¿En serio?—preguntó —. Muero de ganas de probarla, debe ser exquisita, y yo debo ser muy afortunado...
      —Claro, siempre y cuando tengas cincuenta pesos— rió la patrona, mientras destapaba la botella.— Es la más fría, ¿eh?— guiñó su ojo derecho.
      —Creí que hoy los tragos eran gratuitos....
      —Lo fueron hasta las cuatro de la tarde, y ya son las cuatro y media. Son cincuenta pesos.
      —Un buen hombre me dijo que la promoción duraba hasta las seis, y la verdad es que no tengo un peso, así que discúlpeme por hacer que destape la cerveza, y creo que mejor me voy....
      —Además de ser correcto y tener esa linda sonrisa, tenés un lindo saco y me gusta también tu perfume, así que, ¿sabés qué? Te voy a perdonar esta media hora, hacé de cuenta que llegaste a tiempo. La casa invita.— dijo la vieja y acercó la botella al muchacho.
      —Bueno, la verdad es que... No sé qué decir, ¡muchas gracias señora!—. Le prometo que voy a venir seguido, le aseguro que se ganó un cliente.
La cerveza era alemana pero su leyenda era británica, podían leerse en la etiqueta del envase las palabras "One Love".
      La cerveza era alemana pero su leyenda era británica, podían leerse en la etiqueta del envase las palabras "One Love".
      —One love...— susurró — Un amor....
      Probó entonces la cerveza más rica que pudo haber degustado jamás, y observó casi enamorado cómo las gotas frías se deslizaban por el empañado cristal del envase. Miró a la vieja señora, que accedió a hacer una excepción a pesar de que el reloj había ya matado aquella promoción, y todo fue por su sonrisa, su perfume, y su saco. Menos mal que cepilló sus dientes. Menos mal que vistió su saco mejor. Menos mal que se perfumó lo suficiente. Nada había sido en vano. Todo tenía sentido. Miró al bar al que había llegado de casualidad, por dejarse llevar por la fluidez del destino, que lo cruzó con aquél anciano que lo intimidó al escucharlo hablando solo. Todo era absurdo y relativo a la vez. Tanto como el amor y la vida misma.
      Sacó el último cigarro de su paquete y lo encendió. Observó todo a su alrededor. Pensó en cómo giraba el mundo y en todos los corazones rotos. Pensó en todos los tipos de amores y destinos. Pensó en las parejas que se separan, en las mentiras y la infidelidad. En los no correspondidos, en la soledad, la juventud y la vejez. Pensó en la industria del cine romántico que lucra con historias falsas que nunca sucedieron ni van a suceder. Pensó en la gente que miente en el nombre del amor. Pensó en los amigos y conocidos que terminaron mal sus relaciones y en las veces que él mismo lo hizo. Pensó en todas las relaciones y todos los amores que había tenido en su pasado. Pensó en su pasado. Miró su cerveza y otra vez leyó la etiqueta. Su boca sonrió levemente hacia un costado. «Un amor» y tomó la botella. «Un amor es todo lo que necesitaba, no más, no menos» pensó, y le dio otro trago, amándola, haciéndole el amor, mientras el mundo seguía girando.
      Decidió no pensar ya en nada y se dedicó sólo a saborear la magia de aquella botella. El sabor era afrodisíaco, exquisito. Era un placer de los dioses. Ya no importaba si el mundo giraba o no. Ya no buscaba nada más. Ya no había nadie más. Eran sólo él y su cerveza. Era una ocasión especial.
      Ya no estaba solo.

No hay

      Tengo que despedirme de mi pesimismo como lo hizo Benedetti, o quizás deba encontrar aquello que ame y dejar que me mate, como me lo sugirió mi amigo Bukowski. Pero va a resultar algo difícil. Va a ser difícil porque nadie encuentra a nadie. Nunca nadie encuentra a nadie. Aunque hay veces que parece que sí. A Lore no sé si la encontré o ella me encontró a mí, o si nos encontramos o desencontramos. Pero la cosa es que no me mató, me dejó a medio matar. Moribundo. Devastado. Desecho (o más bien, hecho mierda). Y cuando pensé que iba a ahogarme en mi filofobia y morir al amor por fin, un barco vino a mi rescate y me tiró un salvavidas, dejando caer su ancla en mi presente. Maca me salvó, me levantó, ella resucitó lo que quedaba de mí. Y eso es algo que no logró ninguna iglesia ni ningún Dios. Ninguna droga, ninguna meditación. Ningún vicio, ni ningún instrumento, ni ninguna canción. Ningún libro, ninguna película, ninguna mentira. Y yo viví varias mentiras por varios tiempos. Más que mentiras, excusas. Como las que vivo hoy. Tengo personalidades múltiples y no sé cuál es "mi verdadero Yo", pero todos estos pretextos de algún lado tienen que salir. No me creas, soy simplemente un exagerado en busca de su identidad... o creeme, sí, pero no creas que eso me hace algo especial o me da alguna desventaja. Pero no me creas del todo, porque puede que esto también sólo sea una excusa. En fin, no hay más excusa para seguir escribiendo. Hoy no hay ni Lore ni Maca, ni Eli ni Juliana, ni Julieta ni Marinna, ni Antonella ni Camila, ni Noelia ni nadie. No hay amores reales, ni virtuales, ni especiales. No hay prohibidos ni imposibles. No hay no correspondidos. Hoy no sé cuál es el punto y aparte, no sé separar las cosas. Hoy todas ellas vuelan. Y amar es dejar volar.

miércoles, 19 de junio de 2013

Polvo en el viento

      La gente más fea y miserable viaja en el último vagón del tren, como queriendo esconderse. En el último vagón se pueden encontrar personas con la vestimenta sucia y zaparrastrosa, que jamás serían modelos de spots publicitarios. Gente de clase baja y con problemas de salud. Cicatrices faciales, acné, deformidades, discapacidades y otras cosas. Personas descuidadas con pasados oscuros y sonrisas opacas. Personas que rozan la invisibilidad.
      Los pobres perros callejeros más flacos y pulgosos comen de los restos y las sobras de los demás, y duermen donde sus patas cansadas de tanto caminar en busca de agua, comida y amor, les piden una tregua y los abandonan por un rato. Buscan comida en los cestos de basura y en las puertas de las casas de comidas, y despliegan su lengua sobre cualquier migaja que sea digerible. Duermen en las estaciones y sus alrededores, rodeados de gente, pero casi nadie los ve.
      Las palomas viajan en bandada y cagan sobre los bancos de las plazas y estaciones, como queriendo llamar la atención de las personas, como vengándose quién sabe de qué. Se alimentan de las migas de pan que los jubilados les tiran como pidiéndole perdón a la vida, como expiándose de sus culpas. Las palomas son animales asombrosos que vuelan en bandada y hacen un estruendo esplendoroso al despegar, pero casi nadie las oye. Son los únicos seres que pueden cagar sobre la cabeza de una persona, pero eso a nadie le importa.
      Los músicos callejeros no son músicos profesionales, ni profesores de música. No vas a verlos en televisión llenando estadios, ni vas a encontrarlos en conservatorios o academias. Pero ellos viven de lo que aman, de lo que los hace felices. Ellos hacen música en los trenes y en las avenidas, en los colectivos y en las estaciones. Y lo hacen tan sólo por unas monedas. Ellos tienen una vida además de sus vidas de músicos callejeros. Pero eso a casi nadie le interesa.
      Los vendedores ambulantes con sus películas piratas y sus bocados caseros, y los chicos de la calle con sus carros y su chatarra, los viejos mendigos con su saco y su barba, y los inválidos, con sus muletas y sillas de ruedas. Los inmigrantes, con sus restricciones y sus marginaciones. Los marginados. Los drogadictos y los suicidas, los tristes, los pobres. Los pibes con sus bolsitas de pegamento, las putas con sus carteras y su rouge, las ratas de los alcantarillados, los sapos de otro pozo, la gente fea, las palomas terroristas, los perros callejeros. Todos ellos están flotando en el viento. Polvo en el viento es todo lo que son. Siento que soy parte de ellos, siento que ellos son parte de mí. Siento que siento mejor en el último vagón, entre los invisibles.

A nadie

      Nadie va a salvarte. Nadie va a sentir lástima por vos. Nadie va a venir a buscarte. Nadie va a caerte del cielo para solucionar tus problemas. Nadie va a solucionar tus problemas. A nadie le importan tus diplomas ni tu pasado, ni todo lo que pasaste, viste, sentiste y soportaste. A nadie las cosas buenas que hiciste, ni tus virtudes, ni tus talentos. A nadie tus errores, ni tus defectos, ni tus malos hábitos. A nadie tus sueños, ni tu buen corazón, ni tus ganas de amar. A nadie tus miedos, ni tu soledad, ni tu vacío, ni tu sed. Nadie va darte un vaso de agua. Nadie va a invitarte un cóctel de besos. Nadie va a brindar por vos. Nadie va a sacarte de este laberinto, nadie va a obsequiarte su llave.
   

jueves, 13 de junio de 2013

A una mujer cualquiera

      Hay mujeres que se dan a sí mismas menos valor del que uno les da. Se dan menos valor incluso del que les da cualquiera. Se entregan, se ofrecen, se obsequian con cualquiera. Se prestan, se venden, se regalan a cualquiera. Se arrastran, se ensucian, se manchan por cualquiera. Hacen cualquier cosa. A cualquier hora de la madrugada, en cualquier parte de la ciudad, con cualquier idiota que no las valore. Se dan a sí mismas menos valor del que en realidad tienen. Hay mujeres que no saben lo que valen. Definitivamente no lo saben.

miércoles, 12 de junio de 2013

Buonanotte, Principessa

Buenas noches, princesa
susurré despacio
mirándola detenidamente
perdido completamente
No había ni tiempo ni espacio
tan sólo había belleza
Yo con el alma llena
y el amor en los labios
Yo con la vida en los ojos
el mundo a mis pies
y el cielo en mis manos
Yo sentí a Dios en mi pecho
(a todos los dioses)
y todos los ángeles
y percibí también al Diablo
(al único Diablo)
y todos sus demonios
Ella con su cabeza en mi almohada
y su mano en la mía
ella con su vida en su sueño
y su presencia en mi habitación
Ella con su milagro
su sexo, sus pestañas
ella con toda su luz
y su mano en la mía
Ella era tan hermosa que dolía
dolía de tan hermosa que era
yo no sé que habrá sentido
pero mis sentidos eran de ella
Buenas noches, princesa
le dije en voz baja
para no despertarla
y acaricié suavemente su pelo
y la dejé, para que durmiera
ella con su sueño
y yo con el mío
soñamos por ese entonces
aquella primavera
Más un tiempo después, desperté
y entonces,
más nunca volví
a verla

domingo, 9 de junio de 2013

Deshojado

Persiana abierta y tv encendida
La melancolía de los domingos grises
y la música nostálgica de los recuerdos
invadiendo mi presente
llevándome al pasado
haciendo eco en este espacio fuera del tiempo
en este rincón de la vida
este trance emocional
El mundo sincolor a través de la ventana sucia
la vereda bañada de hojas secas y flores marchitas
y la triste calle del otoño agonizante
hacen de mí un árbol viejo y deshojado
que no sabe de otra cosa más que de congojas y suspiros
de haber visto cómo todo pasa
cómo todo se va con el paso de las horas
persiana a medio cerrar y medio vaso de vino
personajes amarillos en mi televisor
y los perros haciéndome compañía
brindo por ellos
y por este cielo gris
y por la luz de tu sonrisa
persiana baja y un minuto de silencio
por cada día que se fue
sin haber sonreído
sin haberte visto

jueves, 6 de junio de 2013

Bon Voyage

Que tengas buenos momentos
que tengas buenas horas
Que veas ésto en la mañana
y tengas buenas mañanas
y buen desayuno
Que mires ésto en la tarde
y tengas buenas tardes
y buen almuerzo
y buena merienda
Que leas ésto en la noche
y tengas buenas noches
y buena cena
Que lo veas antes de dormir
y tengas buena cama
y buenos sueños
y si acaso no hay sueño
que tengas buen desvelo
que veas ésto en la madrugada
y tengas buenas madrugadas

Que tengas buenas horas
buenos minutos, buenos segundos
que veas ésto cada día
y tengas buenos días
todos los días
de todas las semanas
de todos los meses
de todos los años
de toda tu vida
Que tengas buena vida
que tengas buena felicidad

Que tengas buen sexo
cada vez que lo tengas
Que tengas buen libro
cada vez que leas uno
Que tengas buen viaje
cada vez que viajes
buen despegue
y buen aterrizaje
Que tengas buena canción
cada vez que escuches una
que tengas buen beso
cada vez que alguien te bese
Que tengas buen amor
cada vez que te enamores
Que tengas buen lunes cada lunes
que tengas buen enero cada enero
que tengas buen verano
y buen invierno
Que tengas buen baile
cada vez que bailes
Que tengas feliz cumpleaños
todos los años de aquí en más
y feliz primavera
y feliz navidad
Que tengas buen cielo
cada vez que lo mires
y que tengas buen suelo
cada vez que te caigas
y puedas volver a ponerte en pie
que tengas buen pie para levantarte
buena derecha si es con la derecha
buena izquierda si es con la izquierda
Que tengas buena fortaleza
y que seas fuerte siempre
Que tengas buena salud
y estés siempre saludable
Que tengas buen camino
y que nunca te pierdas
Que tengas buena suerte
que tengas buen destino
Que tengas buena memoria
y que no te olvides de mí
y si me olvidas
(bueno, tuvimos buenos momentos)
que tengas buen olvido entonces
Que tengas buena despedida
que tengas buen adiós

Que tengas buenos momentos
buenos segundos, buenos minutos
que tengas buenas horas
Que veas ésto cada día
y tengas buenos días
todos los días
de todas las semanas
de todos los meses
de todos los años
de toda tu vida
y que tengas buena vida
que seas feliz
Que tengas buena despedida
que tengas buen adiós

lunes, 3 de junio de 2013

Putas

Nunca me acosté
con tantas damas juntas
como en esta fría noche.
Todas a mi alrededor.
Todas mías,
entregadas a mí por completo.
Todas abrazándome,
haciéndome suyo,
llevándome a su mundo
perturbando el mío.
Recorriendo mi cuerpo
y mi alma
de punta a punta,
de extremo a extremo.
Besándome,
lamiéndome,
acariciando cada parte de mí.
Todas mías.
Haciéndome suyo,
haciéndome todo a la vez.
La soledad
y la tristeza,
la culpa
y la vergüenza,
la incertidumbre
y la desolación
y la locura
y otras más
que no sé cómo se llaman,
pero me llaman
y estoy tardando,
así que mejor me voy.
Porque me desean
y me aclaman.
Todas mías,
haciéndome suyo.
Todas haciéndome el odio a la vez.

domingo, 2 de junio de 2013

Tinto Dulce

      Necesito despegar de este mundo de encierros y necesito hacerlo de carácter urgente. No me importa a dónde pueda llegar a aterrizar, pero tengo que irme de acá cuanto antes. Este no es mi lugar, esto no soy yo. Me estoy volviendo loco, incluso más de lo que ya estaba por defecto de fábrica. Necesito derribar esa puerta y escaparme a cualquier otra parte. Deshacerme de estas cadenas de mentira, cruzar la frontera de esta rutina sin sentido, romper la barrera que yo mismo impuse, y así saltar al vacío para poder por fin sentirme lleno. A cualquier vacío, no me importa cuál.
      Necesito, tal vez, ahogarme en una caja de vino, y perderme bajo las anaranjadas luces de los suburbios. Tatuar al menos por hoy mis huellas sobre el pasto y las hojas secas empapadas por el rocío nocturno. Arrastrar y gastar mis suelas contra el cemento. Perderme bajo este cielo que está tan desquiciado como yo, y que no sabe si nublarse o estrellarse, si reír o llorar. Necesito naufragar entre árboles y cordones, entre gatos y esquinas, entre carteles y bolsas de basura, entre perros y borrachos. Naufragar entre veredas y avenidas, de barrio en barrio, de esquina en esquina. Naufragar aunque sea una noche más. Necesito un tinto dulce. Darle unos cuantos besos, hacerle el amor, acabar con él en un fondo negro y despedirlo en algún rincón o contra algún simpático arbusto. Adiós mi buen amigo, hasta la próxima vez. Necesito un tinto dulce. Tal vez dos, quizá tres.
      Necesito salir sin saber a dónde ni cuándo voy a volver. Y no es que me cueste hacerlo, de hecho la puerta está ahí, esperándome. Pero sé que cuando lo haga voy a terminar haciendo el mismo recorrido de siempre, voy a ver las mismas caras, voy a patear las mismas piedras, voy a escupir las mismas veredas, voy a mear los mismos rincones. Y mañana por la mañana voy a encontrarme con mi vieja amiga, la misma resaca de siempre. Y no quiero hacerlo. No me gusta recibir visitas por la mañana. Necesito un tinto dulce y no tengo un peso partido al medio. Es mentira que no tengo vicios. Tengo el vicio de la tristeza.