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domingo, 2 de junio de 2013

Tinto Dulce

      Necesito despegar de este mundo de encierros y necesito hacerlo de carácter urgente. No me importa a dónde pueda llegar a aterrizar, pero tengo que irme de acá cuanto antes. Este no es mi lugar, esto no soy yo. Me estoy volviendo loco, incluso más de lo que ya estaba por defecto de fábrica. Necesito derribar esa puerta y escaparme a cualquier otra parte. Deshacerme de estas cadenas de mentira, cruzar la frontera de esta rutina sin sentido, romper la barrera que yo mismo impuse, y así saltar al vacío para poder por fin sentirme lleno. A cualquier vacío, no me importa cuál.
      Necesito, tal vez, ahogarme en una caja de vino, y perderme bajo las anaranjadas luces de los suburbios. Tatuar al menos por hoy mis huellas sobre el pasto y las hojas secas empapadas por el rocío nocturno. Arrastrar y gastar mis suelas contra el cemento. Perderme bajo este cielo que está tan desquiciado como yo, y que no sabe si nublarse o estrellarse, si reír o llorar. Necesito naufragar entre árboles y cordones, entre gatos y esquinas, entre carteles y bolsas de basura, entre perros y borrachos. Naufragar entre veredas y avenidas, de barrio en barrio, de esquina en esquina. Naufragar aunque sea una noche más. Necesito un tinto dulce. Darle unos cuantos besos, hacerle el amor, acabar con él en un fondo negro y despedirlo en algún rincón o contra algún simpático arbusto. Adiós mi buen amigo, hasta la próxima vez. Necesito un tinto dulce. Tal vez dos, quizá tres.
      Necesito salir sin saber a dónde ni cuándo voy a volver. Y no es que me cueste hacerlo, de hecho la puerta está ahí, esperándome. Pero sé que cuando lo haga voy a terminar haciendo el mismo recorrido de siempre, voy a ver las mismas caras, voy a patear las mismas piedras, voy a escupir las mismas veredas, voy a mear los mismos rincones. Y mañana por la mañana voy a encontrarme con mi vieja amiga, la misma resaca de siempre. Y no quiero hacerlo. No me gusta recibir visitas por la mañana. Necesito un tinto dulce y no tengo un peso partido al medio. Es mentira que no tengo vicios. Tengo el vicio de la tristeza.

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