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lunes, 26 de octubre de 2015

Crisis

Hoy tuve una crisis, quizás la peor de este último tiempo. No me lastimé, no, pero rompí la pileta del baño de mi casa, y lloré igual que cuando se murió mi perrito Chiqui. Fue el mismo llanto, y fueron las mismas lágrimas. Y es que hoy vi morir otro animalito más, y no, no puedo aceptarlo, no quiero más. A mis viejos les debe doler mucho más la pileta que rompí que la pequeña y tierna vida que se perdió, porque ellos ya están acostumbrados. Yo no quiero, justamente, acostumbrarme. Nunca. ¿Cómo pasó? Yo me pregunto lo mismo, pero dejame contarte. Estoy en el departamento que abandonaron mi ex cuñado y mi hermana al separarse, donde se supone que debiera estar el mayor de mis sobrinos, pero no hay nadie. Afuera llueve y está lleno de caras que dan miedo, estoy en el palier esperando a otra de mis hermanas, que está viniendo para acá a buscarme en un remis. Me fui de casa porque quise irme, escapar, desaparecer, salir corriendo, saltar bien alto, rajar bien lejos. Rompí la pileta del baño de mi casa mientras lloraba, la arranqué y la tiré al suelo. Algunos minutos antes veía agonizar a una pequeña e indefensa criaturita de Dios. A mis viejos les gusta tener animales, los ven como cosas, los tienen porque son de raza, y no los esterilizan, ni los bañan, piensan que con darles de comer alcanza. Ni mi familia ni mi casa están en condiciones de tener mascotas, pero las tienen igual. Y es que, dejame decirte, yo vengo de la mierda. Yo, en tu lugar, sentiría un asco inmenso hacia mí. Y es que vengo de la mugre, de la rabia, del asco, de la basura, de la ignorancia, de la violencia, de la pobreza, de la tristeza, de las telarañas en las paredes, de las ventanas rotas, de los platos y vasos y todos los vidrios rotos, del olor a alcohol del aliento de papá, de los llantos de la manipulación y la victimización de mamá, de los cadáveres de los animalitos que la irresponsabilidad y la imprudencia y la negligencia y la inconciencia y la ignorancia de mi familia mataron frente a mis ojos, de los gritos, las peleas, el odio, la impotencia, la depresión, de la calle, de los vicios, de patinar y patinar por ningún lado, de caerme cuesta arriba, y colina abajo, de caerme más allá del suelo, de la sangre en mis rodillas, y en mi cabeza, y en mis encías, de las cloacas rebalsando desechos, de las paredes sin revoque, de la heladera vacía, del televisor blanco y negro, del sexo prohibido, de lo más bajo, de la mismísima puta mierda, efectivamente. Y es por eso que no tengo ni merezco amor. Vengo de ningún lugar y de todos a la vez. Vengo del todo negativo y de la nada positiva. Vengo sin saber de dónde vengo, porque ni siquiera sé si vengo. Voy sin saber a dónde, porque todavía no sé si voy. Mejor ni vengo ni voy, no sé. No sé nada, no sé saber. Pero estoy acá. ¿estoy? No sé dónde estoy, ni cómo, ni quién, ni qué soy. Pero soy. Soy quien daría la vida por matarse todos los recuerdos. Soy quien te considera su recuerdo mejor.

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