Recuerdo cuando tus ojos me miraban con dulzura. Esos ojitos que se achinaban cuando reían, esos ojitos a los que no me pude resistir cuando las voces de mi cabeza me gritaban que eras chica, que me ibas a hacer sufrir. Esos ojos que siempre supe leer y saber cuando mentían. Pero no era sólo dulzura lo que me transmitías, porque en ellos podía ver tu alma, y a vos te costaba mantenerme la mirada, porque sabías que mi mirada penetraba más allá de lo que parecía, y te sentías expuesta, con el alma desnuda. Recuerdo cuando tus ojos me miraban con esperanza, hace ya un tiempo atrás, y quisiera volver en el tiempo. Exactamente hace dos años, al seis de mayo de dos mil dieciséis. Ahí es cuando empezó todo, ¿te acordás? O tal vez no, tal vez ya había empezado antes, pero ese día logramos consumar el principio de lo que fue -al menos para mí- la historia de amor más bonita que conocí. Ese día fundimos nuestras atracciones, nuestra química, nuestras dudas, nuestras ilusiones, nuestros deseos, y nuestras esperanzas en un beso. Sólo un beso, tierno y desesperado a la vez. Un beso entre dos almas que buscaban amar y crecer. Un beso que dio comienzo a una historia de amor muy bonita, imperfecta como todo lo real, pero fuerte como el acero. Una historia con muchos defectos, pero con muchas más virtudes, con muchas más risas y momentos de felicidad que momentos de enojo y tristeza. Una historia que parecía no tener final, como todos me dicen cuando se sorprenden si les digo que terminamos cuando me preguntan por vos. No lo pueden creer. Y la verdad es que ni yo lo puedo creer. Sólo vos, en tu mundo, en tu cabeza, lográs naturalizarlo tanto. Es lo malo de enlazarse con personas tan viscerales, son bombas de tiempo. Era hermoso lo que teníamos, y teníamos muchas cosas por vivir, mucho camino por recorrer, mucha vida por delante. Estábamos golpeados cuando me dejaste, pero ¿tenía arreglo lo nuestro? Por supuesto que tenía arreglo. Sólo un necio lo negaría. Claro que teníamos problemas, como todo el mundo. Problemas son precisamente lo que al mundo le sobra. Problemas en las personas, en sus relaciones, en sus casas, en sus barrios, en sus ciudades, en sus provincias, en sus países, en sus contintentes, en el planeta entero. Claro que teníamos problemas, pero nada que no pudiera solucionarse. Pero vos siempre fuiste tan particular, tan inocente en algunos aspectos, y sos tan influenciable aunque te cueste reconocerlo... Es como si te hubieras criado en otro mundo, en un mundo ajeno al real, en un frasquito de utopías, pero ¿quién soy yo para juzgarte? Te amo así, como sos, y te dejo ser, así tengas que romperte la cabeza contra la pared, así tengas que perder mil cosas para aprender, así sea mi amor y nuestra historia lo que dejes roto... Y te sonrío desde la comprensión y la ternura, como cuando uno ve a un bebé descubrir algo nuevo, o como cuando un niño cree en algo irreal, como los nenes que creen que haciendo un pozo con una cuchara van a llegar a China. Y acá estoy yo, clavando la cuchara entre la mierda, buscando una razón, tratando de comprender... Dando vuelta mi mundo, poniéndolo de cabeza. Dándome cuenta de que es más fácil llegar a China o volver el tiempo atrás, que ayudarte a abrir los ojos para que me mires con esperanza al menos una vez más.
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