Yo quería que me agarre la vejez al lado tuyo caminando. Quería escribirte la canción más hermosa del mundo. Quería ser tuyo con mi mayor convicción. Tuyo siempre. Quería que fuésemos eternos. Quería que fueras la única para mí. Creí que podía ser tu dueño. Te quería. No me gusta esperar, pero te esperaba. Te quería, amor, te quería.
Ni siquiera sabía si iba a valer la pena o no, pero tenía ganas de probar. Si creía que todo podía cambiar, ¿cómo no iba a esperarte? Si se daba, se daba. Te esperaba, amor, te esperaba. Ibas a ser la princesa de todos mis palacios. La más linda del amor. Ibas a darme la mano e íbamos a darle la vuelta al mundo. Pero no. Lo que pasa, por algo pasa. Y lo que no, por algo será. Todo concluye al fin, y nada puede escapar a eso. Todo tiene un final, amor. Todo termina. Hay que saber cuándo parar. Hay que saber ser.
Que tengas buena suerte, amor. Esta vida no me tira buenas cartas, pero en otra vida espero tener la suerte de encontrarte alguna vez. Y así verte otra vez, aunque sea una sola vez y que no sea en un sueño. Ya te dije ésto antes, linda mía: no te olvides tan pronto de mí. De este amor equivocado, de este siempre un iluso. Nena, no me olvides. Te perdono por todo, por venir y haberte ido. Seguro vos encuentres quien te quiera de verdad porque vos sos libre. Yo lamento no haber sido lo mejor para vos. No me olvides, nena. Que tengas buena suerte, amor. Que tengas buena suerte.
Y si me robo algunas frases de aquellas canciones que escuchamos, lo hago para decirte cuánto, cuánto es que te extraño. Te extraño, linda mía, te extraño.
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